martes, 3 de enero de 2017

TRAICIÓN BUSCADA.

Algunos pocos poros sobrios atraviesan a mi vanidad subalterna, a la que alguna vez creí del todo desnudada. Los antifaces son persistentes, duros de decodificar.

En circunstancias de serenidad torrencial, creí hacerme cargo de todos mis demonios. Pero, varios, vuelven por sus fueros.

Una clase no violenta de estos seres rojos –rojo tenue, pues no son diablos tan diablos-- tiene forma rectangular. Los libros y sus estantes. Rectángulos apegados e insertados en otros rectángulos. Y yo, apegado a todos.

He de leer. He de leer sobre mundos que no conozca, salir  de mi zona de confort como lector, tal el animal del inframundo sobre el cual cabalgar.

Cae mi antifaz de lector de literatura. Mi biblioteca está gordamente nutrida de libros solo de Ciencias y parte de Historia. Siento que los traiciono, pero es una traición buscada.

He empezado, seriamente, a posar mis ojos sobre El Aleph, de Borges.

 

(Imagen: J. L. Borges a los 21 años).

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