lunes, 9 de enero de 2017

BAJAR Y SUBIR.





BAJAR Y SUBIR.

Bajar y bajar.
El cielo bajó hasta el nivel del suelo.
Las profundidades subieron al mismo nivel. El mundo se hizo plano, como un laberinto dibujado en un papel. Y ahí estoy, en un interior sin aroma alguno.


Hay un hombrecito.
Hay un laberinto


El laberinto está techado, su altura es de 40 centímetros, su aireación estancada, su luz la de algunas fisuras de paredes y techo. El piso es negro compacto. El olor es hedor, los sonidos pocos y amortiguados, la compañía solo imaginada.

El varón devino hombrecito, al gatear, en idas y vueltas, en los pasillos del laberinto.
Los ángulos salientes, lastiman.
Los ángulos entrantes, asfixian.

Los ángulos superiores, desesperan.
Todo es recto, plano; lo curvo y suave, ausentes.

La ausencia externa de colores, se va haciendo interna.
La uñas albergan tierra, las manos olvidan su capacidad de acariciar.
La lentificación, acentúa su ritmo; el letargo se hace necesidad.
La garganta ya no vibra.


Los recuerdos, de tortura, se transforman en ensueño.
Los miedos y llantos ceden, el dormir domina toda meta y actividad.
Dormir, dormir, dormir.

No hay colores.


El tiempo fluye viscoso en cada diurnidad, espacio prácticamente plano entre noche y noche. O a la inversa. Da igual. Se vive una nocturnidad sin versos entre luz y luz.

Pero, con más deseos que fuerzas, hay maneras de trampear al chato y caótico laberinto; trepando a su arriba, filtrándose por sus paredes.

Respirar es urgente.
Gatear hasta salir.


SUBIR.
El hombrecito achatado, en reversa a ser varón, ahora canta:

“Poesía que has vuelto con el viento sur.
El instinto creador burbujea.
Obediencia al sol y al mar, a lo onírico y al rostro de mi hija.
Subir.

Viento que me has sacudido las marañas de mi ser.
Las sombras, humus para una flor.
Lo perverso, hecho verso de amor.
Lo flaco, hecho abrigo.
Subir.


Marañas que me hicieron arrastrar.
Sequía creativa.
Desobediencia a la vida.
Cosas cotidianas hechas abismo.

Transpiración de temores.
Caer.
Arrastrarse dolorido, lo que culmina con el viento sur.
Zapatos deslustrados que retoman la caricia a las baldosas.

Laberinto gateado hasta salir.
Me alejo de Bukowski, me acerco a lo florido.
Subir.


Viento sur con bríos de mujer.
Inaudita aparición.

Mujer es mi hija.
Mujer es su madre.
Mujer es mi hermana.
Mujer es este nuevo aroma.
Mujer es el alma.

Subir y subir."

Imagen: blanco y negro foto varón anteojos Miguel Ángel Alonso Treceno



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